miércoles, 9 de octubre de 2013

DUELO DE ARTISTAS

Extraído de Pagina 12, redactado por María Gainza

Es la mañana del 25 de diciembre de 1891. Refugiadas del sol, las familias porteñas atraviesan una Navidad aletargada. Una fila de carruajes sale rumbo a las afueras de la ciudad. Sólo unos pocos, a los que el calor no ha dejado dormir bien, la ven pasar, pero no le dan importancia. Los carruajes llegan hasta Morón y allí se detienen en el descampado de un bosque brumoso. Se bajan varios hombres de traje y corbata e inmediatamente se separan en dos grupos. Dudan sobre los pasos a seguir, nadie parece muy seguro de qué hacer. Hasta que se deciden, redactan las actas y señalan el sitio exacto. Dos hombres, que hasta ahora habían permanecido en el interior de sus carruajes, descienden, se quitan sus sacos, arremangan sus camisas blancas y toman las armas. Los sorprende el peso de las mismas: nunca antes habían sostenido un sable entre sus manos. Son hombres de pluma y de pincel.
Los duelistas son, por un lado, Eduardo Schiaffino, conocido pintor argentino, y por el otro, Maximiliano Eugenio Auzón, ignoto pintor de marinas y crítico de profesión, nacido en España y afincado en Buenos Aires hace más de veinte años. Están allí para dirimir una batalla moral: una discusión sobre arte que han sostenido durante varias semanas en sus respectivos periódicos. Y ahora sí, a los sablazos, a la europea, digamos, van a poner fin a la disputa sobre si existe o no un arte nacional. Podrían haber elegido un facón, ya que de nacionalismos se trata, pero cuanto más lejos el adversario, mejor. En el primer asalto, los sables dibujan torpes zetas en el aire pegajoso de la mañana. En el segundo asalto, el crítico Auzón hiere la mano del pintor Schiaffino. El combate se interrumpe, las ofensas se retiran, pero las ideas persisten.
La escena es absurda y, como muchas veces ocurre con lo absurdo, ha ocurrido. “¿Cómo habrá sido ese momento? Ese instante grosero en el que la vida, productora natural de metáforas, construye semejante escena para fundar las nociones de ‘artista’ y ‘crítico’: el crítico, temeroso por su vida y en total torpeza para con la herramienta elegida, hiere al artista en la mano, la mano que sostiene el pincel”, escribe Rafael Spregelburd, el dramaturgo que concibió Apátrida, la obra que lleva este episodio de la historia, patético pero colosal, al teatro.

sábado, 17 de agosto de 2013

LA COSTUMBRE DE LOS DUELOS EN FRANCIA



Un duelo moralmente aceptable comenzaba con el desafiador declarando públicamente un agravio personal, basado en una ofensa, directamente a la persona que le había ofendido. El desafiado tenía dos opciones: una disculpa pública u otra compensación, o bien elegir las armas para el duelo. El desafiador proponía entonces un lugar para el "campo del honor". El desafiado tenía que aceptarlo o bien proponer un sitio alternativo. La ubicación tenía que ser un lugar donde los oponentes pudiesen batirse sin ser arrestados. Era común que las patrullas se apartasen de esos lugares y difundiesen la información, para que "la gente honrada pudiese evitar pasar por lugares sin vigilancia".
En el campo del honor, cada bando llevaba segundos y un médico. Los segundos (cada duelista que tener al menos uno, aunque lo tradicional era llevar tres) intentaban reconciliar a ambas partes actuando como intermediarios para resolver la disputa con una disculpa o una compensación. Si la reconciliación tenía lugar, ambas partes consideraban la cuestión zanjada honorablemente y todos se marchaban. Si el intento de reconciliación fracasaba, los segundos ayudaban a su amigo a prepararse para el duelo, y durante el mismo se mantenían alerta frente a las posibles trampas o la llegada de las autoridades. A los tramposos se les pegaba un tiro, normalmente en el mismo momento. Los segundos honorables a veces disparaban a su propio amigo si descubrían que hacía trampas.
Si uno de los duelistas no aparecía, se le declaraba cobarde y su oponente ganaba por incomparecencia, sirviendo los segundos y a veces el médico como testigos de la cobardía.
El arma típica era la espada, aunque a veces se elegían pistolas o armas más frecuentes.
Ambos contendientes comenzaban en los lados opuestos de un cuadrado de treinta pasos de ancho. Normalmente el cuadrado se marcaba dejando caer pañuelos en las esquinas. Salir del cuadrado se consideraba cobardía. Los oponentes acordaban batirse bajo alguna condición determinada. Aunque modernamente se habla mucho de la "primera sangre" como condición, los manuales de honor de la época coinciden en denostar la práctica como deshonrosa y poco viril. Era mucho más común batirse hasta que uno de los contendientes fuese físicamente incapaz de continuar luchando, o hasta que el médico pidiese el alto. Aunque los duelos explícitamente a muerte eran muy infrecuentes, muchas veces uno o ambos duelistas morían a causa de las heridas.
Cuando la condición pactada se alcanzaba, la disputa se consideraba zanjada con el ganador demostrando que la razón estaba de su parte y el perdedor manteniendo su reputación por el coraje demostrado.
En la época del juego acabamos de salir del Renacimiento francés, que normalmente se considera que termina con la muerte de Enrique de Navarra en 1610. Las armas de duelo en Francia en esa época eran casi siempre espadas, de ahí que la nobleza más antigua escogiese la expresión "Noblesse d'epée" para designarse a sí misma. Creer que alguien podía dispararle sin más a un miembro de la nobleza de Francia es no comprender en absoluto la sociedad de la época.
Hacia 1620 el duelo ya estaba prohibido por ley en Francia bajo pena de muerte, pero en la práctica la ley rara vez se aplicaba porque los infractores eran prácticamente todos miembros de la nobleza, y nadie quería juzgar y condenar a muerte a un noble. El hermano del mismísimo cardenal Richelieu, de hecho, murió en un duelo.
En 1626 Richelieu hizo que el Parlamento aprobase una ley reduciendo los supuestos de pena de muerte en caso de duelo, con la esperanza de que ello reduciría los escrúpulos de los jueces a la hora de juzgar y condenar a los nobles infractores. Richelieu consideraba los duelos como un desperdicio de valiosos recursos humanos, y por lo tanto un serio obstáculo a su política de grandeza para Francia. La pena capital se mantuvo solamente para los casos en que se produjese una muerte en el duelo, o en caso de que los segundos también se batiesen, lo que era una práctica muy común. La nueva ley, el Edicto contra el Duelo, del 24 de marzo de 1626, decretaba que los duelistas perderían cualquier oficio y beneficio real y el desafiador sería desterrado por tres años.
Este cambio favoreció que hubiese algunos encausamientos y perturbó bastante al duelista más destacado de Francia, Bouteville-Montmorency, que huyó a Flandes con Rosmadec des Chapelles después de un duelo en el que murió uno de sus segundos.
Cuando se le permitió volver a Francia (pero aún no a París), fue desafiado por el barón Beuvron, que quería vengar la muerte del último oponente de Bouteville. Menospreciando la autoridad real, se acordó el duelo para el 12 de mayo de 1627 por la tarde, a plena luz del día, en los jardines del Palacio Real, con los segundos batiéndose también. Creían que el Rey nunca se atrevería a ejecutar nobles de rango tan alto, lo cual era subestimar a Su Majestad de una manera muy típica de los nobles de la época.
Durante el duelo, Bussy d'Amboise, uno de los segundos del barón Beuvron, fue muerto por Des Chapelles, y a su vez uno de los segundos de Bouteville fue herido muy gravemente. Beuvron huyó a Inglaterra, pero Bouteville y des Chapelles fueron capturados cuando intentaban escapar a Lorena. Los dos nobles fueron escoltados a París por 460 jinetes, y allí la ley se aplicó con todo su rigor condenando a muerte a ambos duelistas. A pesar de las peticiones de clemencia por parte del príncipe de Condé y de otros allegados a Su Majestad, ambos fueron decapitados el 22 de junio de 1627. El Rey sabía que la clemencia sería una invitación a un mayor menosprecio de su autoridad. La práctica del duelo se convirtió en algo mucho más clandestino después de estas ejecuciones, y las muertes se hicieron mucho menos frecuentes.



miércoles, 14 de agosto de 2013

ÚLTIMO DUELO REGISTRADO EN ARGENTINA



No era un buen día para morir. Estaba nublado. A las 5.58, 28 minutos después del amanecer del domingo 3 de noviembre de 1968, los duelistas llegaron a la quinta de Monte Chingolo, sobre la calle Caagazú, con sus padrinos. Sería el último duelo ocurrido en la Argentina. 

Minutos después se bajó de un Valiant negro Escipión Ferretto, instructor de esgrima del Colegio Militar. Llevaba los sables que se usarían. De hecho, él sería el juez del lance 

Los duelistas eran el almirante Ignacio Benigno Varela y el abogado, político, legislador, y periodista Yolivan Biglieri. Fue el último duelo en la Argentina. 

¿Qué había pasado para llegar a tal extremo? Algo más de dos años antes, una Junta Revolucionaria integrada por Varela, el general Pascual Pistarini y el brigadier Arnaldo Alvarez derrocó al presidente constitucional Arturo Illia. Días después asumiría el general Juan Carlos Onganía. Biglieri, que dirigía un diario en Lanús llamado Autonomía, trató a Varela de traidor pues había declarado su lealtad a Illia poco antes de derrocarlo. 

Varela, ofendido, consideró que la única manera de lavar su honor era enfrentarse a Biglieri y éste aceptó. El ofendido es el que tiene derecho a elegir las armas, según el Código de Honor. Pero siendo uno de los duelistas un civil, es éste el que tiene el privilegio. Pero el periodista, que también fuera presidente de Lanús, lo cedió porque quería designar el lugar: tenía miedo de que lo llevaran a un buque. 

El arma elegida fue el sable de esgrima con empuñadura, con filo en la hoja y sin punta. La estocada estaba prohibida.  

A las 6.10 había luz suficiente. El juez señaló a Varela y Biglieri que el duelo no sería "a primera sangre" sino hasta que las heridas recibidas impidieran continuar a uno o a los dos. Entregó los sables y les ordenó quedarse con los torsos desnudos. 

Se harían dos minutos de combate por tres de descanso. A las 6.12 el juez dio la clásica orden: "¡A Ustedes!". Con los padrinos e invitados había unas 20 personas mirando, más los periodistas escondidos en la quinta. 

En el primer ataque, Biglieri le hizo un corte en la oreja derecha a Varela y, en otra carga, lo cortó en el brazo derecho. Pero Varela alcanzó al periodista en la mano. Ahí volaron los lentes de Biglieri. En el segundo asalto el almirante hirió a su rival en un pómulo. Ya los dos se mostraban cansados. Hubo otro corte que recibió Biglieri en el torso, pero el marino se llevó una herida en el costado. 

Al reanudarse el combate, Biglieri lastimó en el pecho y hasta hizo caer el arma de la mano de Varela. Entonces, los dos fueron revisados por los médicos. Decidieron que ya no podían seguir. El duelo duró 20 minutos. No hubo reconciliación. 

A pesar de que los contendientes habían pactado mantener en secreto el lugar del desafío, igual trascendió. Basta decir que el combate se debió suspender unos minutos para desalojar a los periodistas que había, escondidos, dentro de la quinta. 

Un juez de La Plata pidió a la Policía que hiciera las averiguaciones. ¿Por qué? Porque el duelo es un delito. Pero no se llegó a nada y nadie fue sancionado 

Cómo tratar el duelo depende de la mayor o menor fuerza con que persisten ciertas costumbres: se lo puede declarar impune; se lo puede considerar delito leve; o se lo puede castigar según el resultado que cause: si son heridas habrá delito de lesiones y si se causa la muerte habrá homicidio. 

En el Código Penal argentino el duelo es un delito con pena menor. Acaso a esta altura de los tiempos y del desarrollo social y cultural sea necesario pensar en pasar a la tercera y última posibilidad. En otras palabras, eliminar el delito y atenerse sólo a los resultados que se causen. 

Las penas actuales son de hasta seis meses si no hay lesiones o si son leves; y hasta cuatro años si hay lesiones graves o la muerte, siempre y cuando los rivales se hayan batido con intervención de padrinosque elijan las armas y arreglen las condiciones del desafío. El combate debe estar motivado siempre por cuestiones de honor. 

Al enfrentamiento realizado según estas circunstancias se lo llama "duelo regular". Los padrinos no son punibles, ni el juez ni los médicos ni los testigos. La razón es sencilla: si son los que ponen las condiciones para que los daños sean atenuados, sería contradictorio castigar a un partícipe cuya presencia la propia ley considera necesaria para aminorar la pena. 

El duelo fue condenado por el Concilio de Trento de 1562 y desde entonces pasó a ser una forma privada de dirimir contiendas. Así continúa. 

El honor masculino es tan importante para la ley que si alguien reta a duelo por causas económicas la pena será mayor. 

El Congreso Nacional ha derogado el infanticidio, un homicidio atenuado que cometía la mujer que mataba a su bebé para ocultar su deshonra y en estado de alteración psíquica postparto, con el argumento de que en la era moderna "el honor de la mujer no entra en la sala de parto". Es, pues, evidente cuál es el honor que vale. 


viernes, 15 de febrero de 2013

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Hola a todos/as, también podemos encontrarnos en facebook, la más fácil es por mi correo: duboisdumas@hotmail.com
Ahí también voy publicando relatos o podemos compartir e interactuar de otra forma.
Saludos!!!

miércoles, 6 de febrero de 2013

EL DUELO MAS LARGO DE LA HISTORIA

Después de muchos meses intentaré rehabilitar mi blog dedicado a los duelos de honor, duelistas, historias y afines.
En entradas anteriores hemos hablado de la película "Los Duelistas", de Ridley Scott, basada en la novela de Joseph Conrad, "El Duelo" (de la cual hay algunos fragmentos posteados). Pues bien, al parecer, Conrad se inspiró en una historia real ocurrida en Francia a fines del siglo XVIII. Tomo, citando como corresponde a la página, ese hecho para compartirlo con ustedes.
La página de donde fue tomada la entrada es http://historiasdelahistoria.com/2011/09/08/el-duelo-mas-largo-de-la-historia-19-anos/  y el artículo fue publicado por Javier Sanz.
Aquí la copio para que la disfruten.



Los capitanes Dupont y Fournier del ejército francés fueron los protagonistas del duelo que duró 19 años (1794 – 1813)
En 1794, en la ciudad de Estrasburgo, un joven de la burguesía local llamado Blumm tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino del capitán Fournier – con fama de pendenciero y muy mal beber -. El capitán provocó al joven y éste cometió el error de retarle a un duelo… Blumm murió. Aunque el duelo había sido “legal” la población local culpó a Fournier pero nada se pudo hacer contra él. A los pocos días, el comandante en jefe daba una recepción para las personalidades de la ciudad y ordenó a su segundo, el capitán Dupont, que impidiese la entrada a Fournier para no soliviantar los ánimos. Cuando intentó acceder, Dupont se lo impidió y se retaron.
Los duelistas
Sabiendo la destreza que Fournier tenía en las armas de fuego, Dupont eligió la espada y consiguió herir a Fournier que mientras caía lo volvió a retar. En este segundo envite ambos salieron heridos y hubo un tercero. Tras el tercero, y viendo que aquello no tenía fin, establecieron un pacto:
  • Siempre que ambos se encuentren a una distancia menor de treinta leguas, recorrerán la mitad de la distancia cada uno hasta encontrarse y retarse a espada.
  • Si alguno de los dos, por necesidades del servicio, no pudiese desplazarse, el otro recorrerá la distancia que los separa para retarse a espada.
  • No habrá excusas, salvo que su obligación militar impida la reunión.
Entre ellos se entabló una relación epistolar en la que incluso se felicitaban por sus éxitos militares y por sus ascensos. Su relación fue más que cordial hasta que llegaba el momento de empuñar las espadas. Además, respetaron que el primer golpe que hiciese sangrar al contrario paraba la pelea.
Todos los duelos eran a espada, hasta que en 1813, y poco antes de casarse, Dupont ofreció zanjar el tema con pistolas (el arma preferida de Fournier). Para igualar la contienda establecieron unas normas distintas para el último duelo: llevarían dos pistolas cada uno, el duelo tendría lugar en un bosque privado cercado y con dos puertas (norte y sur); cada uno entraría por una y… “al que Dios se la de san Pedro se la bendiga“. Durante un rato estuvieron jugando al ratón y al gato pero el ansia de Fourier le perdió y gastó los dos disparos sin abatir a su rival. Dupont consiguió encañonar a Fournier y le dijo:
Tengo tu vida en mis manos, te perdonaré con la condición de que si me vuelves a retar tendré dos disparos antes de que tú puedas abrir fuego.
Se aceptaron las condiciones y pusieron fin a 30 enfrentamientos durante 19 años.
El guión de “Los duelistas” (1977), la primera película de Ridley Scott, se basa en “El Duelo” de Joseph Conrad y éste en la historia de Dupont y Fournier.