sábado, 8 de agosto de 2009

UN CHOQUE DE CARROZA COMO EXCUSA


Gracias a Diana de Meridor podemos disfrutar de este curioso duelo. Es bueno recordar que los duelos estaban prohibidos por lo que se solía recurrir con frecuencia a los "encuentros", esto es, una lucha producto de un encuentro casual por un motivo del momento, lo cual no estaba penado de la misma forma que un duelo, el cual tenía un grado de premeditación.

Para evitar el castigo de la ley, se solía pasar una "duelo" como si hubiera sido un "encuentro", aunque el enfrentamiento estaba pautado de antemano, como ocurre en esta historia.

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René du Bec-Crépin, marqués de Vardes, ingenioso cortesano, era aún muy joven por la época de su duelo con Claude de Saint-Simon. Éste, en cambio, ya contaba 39. El motivo de la riña fue una discusión por la concesión de ciertos beneficios eclesiásticos. En enero de 1647 ambos acordaron batirse un mediodía en la Puerta de Saint-Honoré, en el extremo occidental de la Rue de Saint-Honoré, cerca del convento de las Hijas de la Concepción. Era un lugar muy solitario por entonces. Para que no pareciera un duelo premeditado, pues estaban prohibidos, idearon el modo de que todo pareciera surgido de un incidente fortuito. El carruaje de Vardes le cortaría el paso al de Saint-Simon, los cocheros reñirían por ver cuál tenía preferencia, y sus amos, haciendo suya la causa, echarían pie a tierra, cada uno con su segundo, y se batirían allí mismo de inmediato.

Por la mañana Saint-Simon había estado en el Palais-Royal, cumplimentando a la reina. Luego fingió que salía en compañía del mariscal de Gramont, al que acompañaría a hacer algunas visitas en el Marais. Cuando bajaban juntos por las escaleras, Saint-Simon disimuló pretextando haber olvidado algo arriba, se excusó, subió, y luego volvió a bajar cuando Gramont ya se había ido. Se encontró entonces con La Roque Saint-Chamarant, un hombre de su confianza y que comandaba su regimiento de caballería. Era él quien le habría de servir de segundo en el duelo. Así pues, ambos entraron en el carruaje y se dirigieron a la Puerta de Saint-Honoré.

Vardes, que esperaba en una esquina de la calle, vio aproximarse a la carroza y se procedió del modo acordado. Hubo latigazos de uno y otro cochero, las cabezas de sus amos se asomaron por la ventanilla; salen del coche furiosos y se baten espada en mano. La fortuna favoreció a Saint-Simon: Vardes cayó herido en un brazo y fue desarmado. Como se confesó vencido, su rival fue lo bastante generoso para renunciar a causarle cualquier otra herida que proclamara su victoria. Juntos fueron a separar a sus segundos.

La carroza de Saint-Simon era la que se encontraba más próxima, de modo que se decidió trasladar en ella a Vardes hasta su domicilio. Sus rivales montaron con él, se separaron después civilizadamente y el vencedor se dirigió a su casa.

Madame de Châtillon se alojaba entonces en una de las últimas mansiones de la calle, cerca de la Puerta de Saint-Honoré. Al ruido que hicieron cocheros y carruajes se asomó a la ventana, y así pudo presenciar todo el combate. Por tanto, la historia no tardó en conocerse, y los duelistas debieron rendir cuentas ante la reina. Saint-Simon ensayó bien las respuestas que debía dar, por lo que se libró de todo castigo, mientras que Vardes, considerado el agresor, fue conducido a la Bastilla. De todos modos sólo permaneció allí por espacio de diez o doce días.