lunes, 9 de noviembre de 2009

DUELO POR LOLA MONTES


Gracias a Diana de Méridos podemos contar con este relato magnífico y en este caso, de un hecho real.


La famosa aventurera Lola Montes había recibido severas críticas como bailarina en París. Más de una pluma se puso en su contra, entre ellas la de Teófilo Gautier. Este era crítico de uno de los principales periódicos de París, La Presse. Lola llega entonces a la conclusión de que necesita procurarse la amistad de un periodista. En las tertulias de los Hermanos Provenzales se hace la encontradiza con Dujarier, que es el jefe de la sección literaria de La Presse, y, por tanto, el jefe de Gautier. Pronto se hacen amantes y participarán en una tertulia literaria famosa en París, llamada la Tertulia de los treinta y cinco porque era norma que ninguno de sus miembros superase dicha edad.

Formaba parte también de ella un personaje, Jean de Beauvallon, que se encargaba de la crítica teatral de El Globo, otro periódico parisino. De Beauvallon era un pendenciero con la lengua muy suelta. Una noche hizo un comentario sobre Lola en términos tan soeces que Dujarier se levantó y le abofeteó. El duelo estaba servido: al día siguiente, a su llegada a la redacción, Dujarier se encuentra con dos visitantes, el vizconde de Ecquevillez y el conde de Fleurs. Eran los padrinos del ofendido, y venían a pactar las condiciones del duelo.

Dujarier designó a sus amigos Arturo Bertrand y Jean de Boigne como padrinos. Lola y sus allegados trataron de hacerle desistir, pero por mucho que le rogaron hubo de seguir adelante, pues su rival no aceptó sus disculpas.


El duelo, a pistola, se celebró a las once de la mañana de un frío 11 de marzo en el Bois de Boulogne, que aparecía nevado. Dujarier no tenía la experiencia de su rival, considerado el mejor tirador de Francia. Disparó primero, y falló. Luego le llegó el turno a De Beauvallon, quien, con mucha mejor puntería, le alcanzó en el rostro, justo encima de la nariz, causándole la muerte.

Según se pudo probar en el juicio que acabó celebrándose, De Beauvallon había pasado un par de horas antes del duelo probando su pistola, algo que estaba radicalmente prohibido por las reglas. Debido a ello, fue condenado por asesinato y enviado ocho años a prisión.