Esta es la primera parte del capítulo 4 El Duelo, de la novela del escritor ruso Alexander Puskin, muerto también en duelo con un amante de su esposa.
El capítulo si bien no es muy largo, tampoco quise tipearlo en su totalidad, así que lo dividí en varios fragmentos y e aquí la primera parte, Dios mediante, en los próximos días iré subiendo los fragmentos siguientes.
Pasaron algunas semanas y mi vida en la fortaleza de Belogórskaya se volvió, no sólo soportable, sino hasta agradable. En casa de la mujer del comandante me recibían como si fuera de la familia. Tanto ella como su marido eran gente muy respetable. Iván Kusmich, que alcanzó el grado de oficial saliendo de entre las filas, era un hombre inculto pero bueno y muy honrado. Su mujer le manejaba a su antojo, cosa que se avenía muy bien con el carácter despreocupado del marido. Vasilia Yegoróvna se ocupaba también de los asuntos del servicio como si se tratara del hogar y gobernaba la fortaleza con idéntica minuciosidad que su propia casa. María Ivánovna dejó de evitarme, nos hicimos amigos y encontré en ella una muchacha juiciosa y sensible. Sin darme cuenta me encariñé con aquella simpática familia, y hasta con el tuerto Iván Ignátich, que según Shvabrin mantenía relaciones… íntimas con Vasilia Yegórovna, cosa que no tenía el menor fundamento, pero esto a Shvabrin no le preocupaba.
Me nombraron oficial. El servicio no me abrumaba, porque en aquella fortaleza, que estaba bajo la protección de Dios, no se hacía instrucción, ni guardias, ni se pasaban revistas. El comandante, por propia afición, instruía alguna vez a los soldados, pero todavía no había logrado que aprendieran todos qué era la derecha y qué izquierda. Shvabrin tenía algunos libros franceses. Empecé a leerlos y despertó en mí el gusto por la literatura. Por la mañana leía, me ejercitaba en la traducción, y hasta alguna que otra vez componía versos; solía comer casi siempre en casa del comandante, en la que, de ordinario, pasaba el resto del día, y en donde, llegada la noche, solía aparecer ciertas tardes el padre Guerásim con su esposa, Azulina Pamfílovna, que era la más chismosa de toda la región. A Alexéi Ivánich Shvabrin, como es natural, lo veía todos los días, pero su conversación se me hacía cada vez más desagradable. Sus habituales bromas a costa de la familia del comandante no me gustaban nada, y sobre todos ciertos comentarios acerca de María Ivánovna. Esa era toda la sociedad de la fortaleza, pero yo tampoco deseaba otra.
Me gusta, si señor. Me gusta. Besotes!!!
ResponderEliminarConozco la novela, la he leido, en efecto. Y es muy interesante constatar, como usted apunta, que el propio escritor tuvo un duelo en su dia.
ResponderEliminarY es que se vivia como en las novelas!
Buenas noches, monsieur
Bisous
Monsieur Dubois, espero ansiosa la siguiente entrega.
ResponderEliminarafectuosamente
LD
Me apuntaré la referencia de esta novela por si cae en mis manos en la biblioteca. La verdad es que ahora tengo una cola de libros saturada...
ResponderEliminarUn besito
Me gusta mucho el blog, Dubois!! Voy a leer con detenimiento la entrada "La delebración del duelo. El duelo como ritual:procedimiento y etiqueta" y tomar unas notas; no estoy muy puesta en esto de los duelos, pero me interesa. Saludos. Hasta pronto...
ResponderEliminarMe temo que los rusos me cuestan :(
ResponderEliminarinteresante, caballero. Paso a leer la segunda parte y a dejarle mi sincera opinion. Saludos
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