Un duelo moralmente aceptable
comenzaba con el desafiador declarando públicamente un agravio personal, basado
en una ofensa, directamente a la persona que le había ofendido. El desafiado
tenía dos opciones: una disculpa pública u otra compensación, o bien elegir las
armas para el duelo. El desafiador proponía entonces un lugar para el
"campo del honor". El desafiado tenía que aceptarlo o bien proponer
un sitio alternativo. La ubicación tenía que ser un lugar donde los oponentes
pudiesen batirse sin ser arrestados. Era común que las patrullas se apartasen
de esos lugares y difundiesen la información, para que "la gente honrada
pudiese evitar pasar por lugares sin vigilancia".
En el campo del honor, cada bando
llevaba segundos y un médico. Los segundos (cada duelista que tener al menos
uno, aunque lo tradicional era llevar tres) intentaban reconciliar a ambas
partes actuando como intermediarios para resolver la disputa con una disculpa o
una compensación. Si la reconciliación tenía lugar, ambas partes consideraban
la cuestión zanjada honorablemente y todos se marchaban. Si el intento de
reconciliación fracasaba, los segundos ayudaban a su amigo a prepararse para el
duelo, y durante el mismo se mantenían alerta frente a las posibles trampas o
la llegada de las autoridades. A los tramposos se les pegaba un tiro,
normalmente en el mismo momento. Los segundos honorables a veces disparaban a
su propio amigo si descubrían que hacía trampas.
Si uno de los duelistas no
aparecía, se le declaraba cobarde y su oponente ganaba por incomparecencia,
sirviendo los segundos y a veces el médico como testigos de la cobardía.
El arma típica era la espada,
aunque a veces se elegían pistolas o armas más frecuentes.
Ambos contendientes comenzaban en
los lados opuestos de un cuadrado de treinta pasos de ancho. Normalmente el
cuadrado se marcaba dejando caer pañuelos en las esquinas. Salir del cuadrado
se consideraba cobardía. Los oponentes acordaban batirse bajo alguna condición
determinada. Aunque modernamente se habla mucho de la "primera
sangre" como condición, los manuales de honor de la época coinciden en
denostar la práctica como deshonrosa y poco viril. Era mucho más común batirse
hasta que uno de los contendientes fuese físicamente incapaz de continuar
luchando, o hasta que el médico pidiese el alto. Aunque los duelos
explícitamente a muerte eran muy infrecuentes, muchas veces uno o ambos
duelistas morían a causa de las heridas.
Cuando la condición pactada se
alcanzaba, la disputa se consideraba zanjada con el ganador demostrando que la
razón estaba de su parte y el perdedor manteniendo su reputación por el coraje
demostrado.
En la época del juego acabamos de
salir del Renacimiento francés, que normalmente se considera que termina con la
muerte de Enrique de Navarra en 1610. Las armas de duelo en Francia en esa
época eran casi siempre espadas, de ahí que la nobleza más antigua escogiese la
expresión "Noblesse d'epée" para designarse a sí misma. Creer que
alguien podía dispararle sin más a un miembro de la nobleza de Francia es no comprender
en absoluto la sociedad de la época.
Hacia 1620 el duelo ya estaba
prohibido por ley en Francia bajo pena de muerte, pero en la práctica la ley
rara vez se aplicaba porque los infractores eran prácticamente todos miembros
de la nobleza, y nadie quería juzgar y condenar a muerte a un noble. El hermano
del mismísimo cardenal Richelieu, de hecho, murió en un duelo.
En 1626 Richelieu hizo que el
Parlamento aprobase una ley reduciendo los supuestos de pena de muerte en caso
de duelo, con la esperanza de que ello reduciría los escrúpulos de los jueces a
la hora de juzgar y condenar a los nobles infractores. Richelieu consideraba
los duelos como un desperdicio de valiosos recursos humanos, y por lo tanto un
serio obstáculo a su política de grandeza para Francia. La pena capital se
mantuvo solamente para los casos en que se produjese una muerte en el duelo, o
en caso de que los segundos también se batiesen, lo que era una práctica muy
común. La nueva ley, el Edicto
contra el Duelo, del 24 de marzo de 1626, decretaba que los duelistas
perderían cualquier oficio y beneficio real y el desafiador sería desterrado
por tres años.
Este cambio favoreció que hubiese
algunos encausamientos y perturbó bastante al duelista más destacado de
Francia, Bouteville-Montmorency, que huyó a Flandes con Rosmadec des Chapelles
después de un duelo en el que murió uno de sus segundos.
Cuando se le permitió volver a
Francia (pero aún no a París), fue desafiado por el barón Beuvron, que quería
vengar la muerte del último oponente de Bouteville. Menospreciando la autoridad
real, se acordó el duelo para el 12 de mayo de 1627 por la tarde, a plena luz
del día, en los jardines del Palacio Real, con los segundos batiéndose también.
Creían que el Rey nunca se atrevería a ejecutar nobles de rango tan alto, lo
cual era subestimar a Su Majestad de una manera muy típica de los nobles de la
época.
Durante el duelo, Bussy d'Amboise,
uno de los segundos del barón Beuvron, fue muerto por Des Chapelles, y a su vez
uno de los segundos de Bouteville fue herido muy gravemente. Beuvron huyó a
Inglaterra, pero Bouteville y des Chapelles fueron capturados cuando intentaban
escapar a Lorena. Los dos nobles fueron escoltados a París por 460 jinetes, y
allí la ley se aplicó con todo su rigor condenando a muerte a ambos duelistas.
A pesar de las peticiones de clemencia por parte del príncipe de Condé y de
otros allegados a Su Majestad, ambos fueron decapitados el 22 de junio de 1627.
El Rey sabía que la clemencia sería una invitación a un mayor menosprecio de su
autoridad. La práctica del duelo se convirtió en algo mucho más clandestino
después de estas ejecuciones, y las muertes se hicieron mucho menos frecuentes.
1 comentario:
Muy interesante.
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