martes, 22 de diciembre de 2009

EL DUELO COMO REPARACIÓN DEL HONOR


Les presento aquí unos fragmentos de un artículo de Inmaculada Barriuso, del Museo Arqueológico, con fecha de Noviembre de 2004

El honor:..esa enigmática mezcla de conciencia y egoísmo...compatible con mucho egocentrismo y grandes vicios y ...asombrosas ilusiones...se ha convertido, en un sentido mucho más amplio de lo que normalmente se cree, en una prueba decisiva de conducta en la mente de los europeos cultivados de nuestra propia época»

Burckhardt, La civilización del Renacimiento, 1860

El concepto del duelo moderno cobra forma en la Europa de los siglos XVI y XVII. Al parecer, fue formulado y elaborado por primera vez en Italia, y rápidamente adoptado en Francia, cuyos soldados habían librado tantas campañas en suelo italiano; más tarde se extendería por toda Europa. Su nombre, duello, procede del término latino duellum -guerra- empleado en época medieval para los juicios por combate; en la Edad Moderna pasaría a designar el enfrentamiento entre dos hombres.

En su acepción hoy más conocida, el duelo se revistió de un carácter íntimamente ligado al concepto de honor. El Conde Enrique Coudenhoue, en su obra Le Minotauro de l'honneur (El Minotauro del Honor) lo definía como el combate con armas homicidas entre dos personas, celebrado delante de testigos para ofrecer o recibir una satisfacción de una injuria hecha al honor; otros autores precisaban su carácter de combate emprendido entre dos o más personas con autoridad privada y precedido de reto o desafío.

La práctica del duelo estuvo ligada a los estamentos sociales privilegiados. Condenado por las autoridades civiles y eclesiásticas, al margen de la ley, el duelo era admitido entre aristócratas, militares, políticos, periodistas..., como un medio para solventar cuestiones de honor privadas o colectivas, que las leyes, en su opinión, no podían resolver. En su concepción del mundo y de la existencia, el honor, la honra, el pundonor y la propia estima eran valores que se situaban por encima de las leyes humanas y divinas. Kieman ha señalado que si la aristocracia quería sobrevivir y conservar unos privilegios cada vez menos justificables, debía distinguirse por una conducta apropiada, que el hombre común reconociera como prueba de superioridad. El caballero pertenecía a un orden social superior que en cuestiones de honor redactaba sus propias normas.

En el siglo XIX el duelo se convirtió en un acto recurrente con el que responder a las ofensas contra el honor, tales como la insidia -palabras o acciones malintencionadas-, la calumnia, la injuria, el libelo -escrito en que se difamaba o denigraba a alguien-, o la broma mal interpretada. Llegó a ser preceptivo que quien recibiera una ofensa de tal calibre, exigiera satisfacción a la misma, y retara al ofensor en duelo, única salida honorable en estas situaciones. Enfrentarse a un lance, correr el riesgo de perder la vida por salvaguardar el honor, y afrontarlo con dignidad suponía acreditarse ante la opinión pública como persona sin miedo y sin tacha. Los escrúpulos morales, la ética, los principios religiosos no eran excusa suficiente para rehusar un desafío. El duelo era en realidad una forma extrema de coacción social sobre el individuo: rechazar un desafío equivalía a enfrentarse al estigma de la «deshonra» social.

Europa conoce en el siglo XIX el arrollador influjo del Romanticismo, con su rechazo a la moral de la época y su exaltación de la individualidad, de las pasiones exacerbadas; esta corriente emocional valorará los gestos sublimes ante la muerte; morir por la defensa de una pasión, o de una cuestión de honor era un gesto que debía revestirse de suprema dignidad. En España, conmovida en este siglo por revoluciones, guerras civiles y pronunciamientos, la muerte se hizo un suceso cotidiano. En una centuria tan convulsa y caído en descrédito el valor de la vida humana, el duelo pasó a ser el último arbitraje para cuestiones en las que el honor estuviera en entredicho. A partir de la tercera década del siglo, los lances de honor conocerán su «edad de oro».

4 comentarios:

Diana de Méridor dijo...

Muy interesante articulo, monsieur.
Tendemos a considerar el duelo como algo que quedó muy atras en el tiempo, y sin embargo a pesar de todas las prohibiciones se mantenia en pleno apogeo en el siglo XIX, y hablando de historia eso es casi como decir ayer.

Felices fiestas, monsieur Dubois

Bisous

Lady Caroline dijo...

Fascinante y muy completo este artículo que nos traes hoy sobre el origen y trayectoria de los duelos. Hasta hoy sigue impregnado de romanticismo, para una mujer era una gran honor que dos caballeros se enfrentaran por su amor, no obstante, sufría muchísimo por la situación y no querría ni imaginar el triste desenlace.

Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.

Un abrazo.

Ccasconm dijo...

Un gran tema el del honor y su relación con el duelo. Al fin y al cabo este último es la satisfacción del honor puesto en duda por medio de las armas. Es una parte del "ojo por ojo" pero sin connotaciones negativas, sino todo lo contrario. En el duelo se da por supuesto que ambos contendientes poseen razón y por ello tiene derecho a defender su honra (otro tema que da para mucho). Se supone, además, el duelo, a pesar de sus prohibiciones, es algo "oficial", pues se podría tomar como un derecho. No hay otra forma para vengar el honor destruído, sólo la justicia. Pero esta última es pública, mientras qiue por medio del duelo se satisface el honor privadamente.

Un beso, monsieur, y feliz navidad

Meli dijo...

Hola Armand..
como estás?
tanto tiempo no?
seguro pensaste que ya no me volverías a encontrar por aqui
pero nunca me olvido de mis amigos de este espacio
espero que estes bien
y como siempre te deseo lo mejor
besos amigo
y feliz navidad (atrasado jaja)
Meli