Gracias a Diana de Meridor podemos disfrutar de este curioso duelo. Es bueno recordar que los duelos estaban prohibidos por lo que se solía recurrir con frecuencia a los "encuentros", esto es, una lucha producto de un encuentro casual por un motivo del momento, lo cual no estaba penado de la misma forma que un duelo, el cual tenía un grado de premeditación.
Para evitar el castigo de la ley, se solía pasar una "duelo" como si hubiera sido un "encuentro", aunque el enfrentamiento estaba pautado de antemano, como ocurre en esta historia.
**********************************************René du Bec-Crépin, marqués de Vardes, ingenioso cortesano, era aún muy joven por la época de su duelo con Claude de Saint-Simon. Éste, en cambio, ya contaba 39. El motivo de la riña fue una discusión por la concesión de ciertos beneficios eclesiásticos. En enero de 1647 ambos acordaron batirse un mediodía en
Por la mañana Saint-Simon había estado en el Palais-Royal, cumplimentando a la reina. Luego fingió que salía en compañía del mariscal de Gramont, al que acompañaría a hacer algunas visitas en el Marais. Cuando bajaban juntos por las escaleras, Saint-Simon disimuló pretextando haber olvidado algo arriba, se excusó, subió, y luego volvió a bajar cuando Gramont ya se había ido. Se encontró entonces con
Vardes, que esperaba en una esquina de la calle, vio aproximarse a la carroza y se procedió del modo acordado. Hubo latigazos de uno y otro cochero, las cabezas de sus amos se asomaron por la ventanilla; salen del coche furiosos y se baten espada en mano. La fortuna favoreció a Saint-Simon: Vardes cayó herido en un brazo y fue desarmado. Como se confesó vencido, su rival fue lo bastante generoso para renunciar a causarle cualquier otra herida que proclamara su victoria. Juntos fueron a separar a sus segundos.
La carroza de Saint-Simon era la que se encontraba más próxima, de modo que se decidió trasladar en ella a Vardes hasta su domicilio. Sus rivales montaron con él, se separaron después civilizadamente y el vencedor se dirigió a su casa.
Madame de Châtillon se alojaba entonces en una de las últimas mansiones de la calle, cerca de